Cuando nos enteramos de que llevamos una nueva vida dentro, pasamos nueve meses preparándonos tanto física como emocionalmente, intentando tenerlo todo listo para la llegada del nuevo miembro de la familia.

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A menudo pasa desapercibida la exigencia física del nacimiento, tanto para la madre como para el bebé. Si el parto ha transcurrido sin complicaciones, ambos tienen el potencial natural de recuperarse. El bebé, con la ayuda de la lactancia, el contacto piel con piel y los cuidados de las primeras semanas, podrá restablecer su equilibrio.

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Sin embargo, a pesar de todas las buenas atenciones e intenciones, el bebé puede haber vivido situaciones que le hayan generado tensiones que no es capaz de resolver por sí solo. Esto ocurre, por ejemplo, cuando dentro del vientre materno ha permanecido en posiciones forzadas por falta de espacio, o cuando el parto se complica y requiere instrumentalización con fórceps, espátulas o cesárea.

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En Origen, tras conocer cómo ha sido el embarazo, el nacimiento y las primeras semanas de vida, buscamos las posibles causas de estas disfunciones y las tratamos con maniobras de relajación indoloras, eficaces y seguras.